Historia del Reinado Nazarí en Granada

Introducción

La dinastía Nazarí o Nasrí (posible epónimo del nombre Nasr) fue la última dinastía musulmana que dominó el Reino de Granada desde 1238 hasta el 2 de enero de 1492. Su caída supuso el final de al-Ándalus. Fué fundada por Muhammad b. Yusuf b. Nasr, pero distinguió más con el nombre de Muhammad I o Ibn al Ahmar “Hijo del Rojo”, e hizo de este color su emblema y vestimenta, y dio lugar al nombre de la alcazaba que escogió como residencia en Granada, “La Roja”, ” al Hamra”, “La Alhambra”.

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(Genealogía Ibn al Ahmar y su busto)

El Emirato de Granada fue un estado islámico de la Edad Media situado en el sur de la península Ibérica y en Ceuta, con capital en la ciudad de Granada, comprendía parte de las provincias actuales de Jaén, Murcia y Cádiz, y la totalidad de Almería, Málaga y Granada, pero fue reduciéndose hasta que en el siglo XV abarcaba aproximadamente las provincias actuales de Granada, Almería y Málaga. El reino estaba dividido en circunscripciones territoriales y administrativas, denominadas tahas o coras. A la frontera entre el reino de Granada y los territorios de la Corona de Castilla se le denominaba la Banda Morisca, de ahí que muchos pueblos de Andalucía Occidental se llamen “de la Frontera [con Granada]“.

La capital nazarí, Granada, se convirtió en los siglos XIV y XV en una de las ciudades más prósperas de una Europa devastada por la crisis del siglo XIV. Era un centro comercial y cultural de primer orden que llegó a contar con unos 165.000 habitantes y del que se conservan importantísimos conjuntos urbanísticos como la Alhambra y el Generalife. En el Albaicín vivían los artesanos y el resto de la población ocupó la parte llana hacia el sur, con grandes industrias, aduanas y la madrasa (المدرسة). Hoy en día quedan numerosos vestigios como la Alcaicería, el Corral del Carbón o el trazado de las calles hasta la antigua puerta de Bibarrambla.

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Esta dinastía tuvo un total de 20 sultanes o emires granadinos. El último de ellos, Boabdil, conocido como “el Rey Chico”, que el 2 de enero de 1492, se vio obligado a capitular, debido a las continuas luchas internas por el poder y por el asedio incesante de las tropas cristianas, acampadas en las inmediaciones de Granada y encabezadas por los Reyes Católicos. Este hecho, puso fin a más de 250 años de reinado nazarí.

Durante el reinado de esta dinastía se edificó el palacio de la Alhambra, considerado el máximo exponente del arte nazarí y una de las joyas del arte musulmán de todos los tiempos.

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Antecedentes del Emirato Nasrí

Para entender el nacimiento del emirato nasrí y situarlo en el contexto histórico que lo rodea es necesario remontarse a los últimos decenios de vida del imperio almohade en la Península.

A raíz de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), llevada a cabo por Pedro II de Aragón, Alfonso VIII de Castilla, y Sancho VIII de Navarra, el poderío almohade en Al−Andalus comenzó a desmoronarse bajo la doble presión de las actividades militares castellanas y de los alzamientos locales en todo el país. Al−Adil (el justo) es el que logra promover la rebelión de varios gobernadores de Al−Andalus (Córdoba, Málaga, Granada, Murcia) para alzarse por encima de todos hasta el trono del Imperio, pero su acción hace reverberar más revueltas que acaban por descomponer el poder almohade central, y se asiste a un proceso de atomización en pequeños poderes locales, de orden militar, de defensa ante la acuciante violencia exterior.

 La debilidad del poder central del imperio beréber masmuda, tras la muerte del califa Abu Yaqub Yusuf en 1224, y las querellas sucesorias subsiguientes, originaron su progresivo desmoronamiento. Ello hizo que surgiera una serie de levantamientos de jefes locales en al Andalus que fragmentaron el territorio en unas «terceras taifas», entre las que se encuentra la de los Banu Nasr en Arjona (futura dinastía nazarí de Muhammad Yusuf) la que se convertiría en el reino nazarí de Granada. Sin embargo, las dos taifas más importantes de este periodo de transición fueron la de los Banu Mardanis en Valencia y, sobre todo, la de los Banu Hud de Murcia, hasta el punto de que el fundador nazarí estuvo subordinado políticamente a los hudíes de Murcia durante algunos años.

La presión del reino de Aragón, por un lado, y la de Castilla y León, ambos unificados desde 1230 bajo Fernando III el Santo, por otro, produjo un enorme, irreversible y, a la larga, letal retroceso territorial. Avance cristiano cuantitativo y cualitativo, pues no sólo se perdieron grandes espacios sino también casi todos los centros fundamentales, las ciudades emblemáticas de los musulmanes (Mallorca, Valencia, Badajoz, Jaén, Cádiz, Murcia), incluidos los dos enclaves estratégicos del sur –el corazón de al Andalus: Córdoba (1236) y Sevilla (1248).

Perdidos los dos pilares que sustentaban y representaban la centralidad de al Andalus, su supervivencia estaba amenazada y sólo la habilidad y capacidad política y negociadora de Muhammad b. Yusuf b. Nasr impidió la desintegración total, ya que supo maniobrar en el agitado y turbulento s. XIII hasta alumbrar el nacimiento de la última gran dinastía islámica en la Península Ibérica, aunque fuese refugiada en un reducto sudoriental del territorio”.

 

Origen e inicios

Tras el desmoronamiento almohade, y hacia 1228 se impone como señor de los andalusíes Ibn Hud, de la familia de los Banu Hud de Murcia. Sin embargo, el período de su gobierno, aunque intenso, fue breve y sólo duró un decenio. Sus reiterados fracasos militares frente a los ejércitos cristianos, provocaron malestar y alarma en la población. Los andalusíes se sentían indefensos con un soberano que no les garantizaba su seguridad y les exigía elevados impuestos para mantener el territorio.

En esta coyuntura política se gestó la que sería dinastía nazarí, linaje de origen árabe  cuyo nacimiento puede situarse cuando su fundador Ibn al Ahmar “Hijo del Rojo” se levantó y fue proclamado sultán (malik) por los habitantes de Arjona el 16 de julio 1232 (26 de ramadán de 629), y profesó obediencia hacia el emir hafsi de Ifriqiya (Libia), el cual le otorgo el gobierno sobre todo al-Ándalus, y fué reconocido como tal por las oligarquías de Guadix, Baza, ,Jerez, Jaén, a lo que se unió la anexión de la Taifa de Málaga en 1238, o la sumisión de Almería. Ibn al Ahmar actuó con sagacidad política y supo forjar un dominio político que la impetuosidad y la muerte prematura arrebataron al belicista Ibn Hud, ya que Muhammad I vivió siempre más atento a consolidar su dominio frente a propios y extraños.

En 1234 se declaró vasallo del poder de Córdoba, pero en 1236 Fernando III conquistó dicha ciudad e Ibn al Ahmar se hizo vasallo del rey castellano, lo que le permitió conservar su independencia. En 1238 Ibn al Ahmar llega a Granada y establece su residencia y la capital de su reino, concretamente en una alcazaba a la que denominaría ” la Roja”, “al Hamra”, “La Alhambra”. Pero en 1246 Fernando III le arrebató Jaén, para consolidar sus conquistas en el valle del Guadalquivir, lo que obligó a Ibn al Ahmar a firmar el Pacto o Tratado de Jaén, en el que reconocía al monarca castellano como señor de aquel territorio y quedaba obligado a pagarle parias anuales de 150.000 maravedíes para conseguir paz durante veinte años. En este período la política exterior pasó a segundo plano y se concentró Ibn al-Ahmar en la política interior para crear la estructura y organización, la economía, las instituciones y fortificaciones del reino nazarí. Castilla, en 1252, era el único estado que aún mantenía fronteras con los musulmanes, quienes se habían visto reducidos a los macizos penibéticos y la costa que va desde Barbate a Águilas y con un estado de una superficie aproximada de unos 30.000 km2. La frontera entre los dos reinos, la denominada Banda Morisca, superaba los 1000 km de longitud, y esa frontera se convirtió en una división política e ideológica, entre musulmanes y cristianos, donde se producían conflagraciones bélicas, pero también muchos intercambios comerciales y culturales.

Durante el año 1262, Ibn al Ahmar se propone atacar y conquistar Ceuta, y para ello pide permiso a Castilla, pero ésta se lo deniega ya que es un enclave estratégico muy importante por su localización y desde donde se puede realizar el control del estrecho de Gibraltar, y aún así  lleva a cabo el asalto y fracasa. Este hecho hizo que se rompiese el pacto y se reanudase el enfrentamiento entre Castilla y el Emirato Nazarí.

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(ESPADA  JINETA, en el Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid. Fabricada en el Reino Nazarí de Granada en el siglo XIV o XV, en acero, bronce y plata)

Al compás en que finalizaban las conquistas de Fernando III en el Valle del Guadalquivir, tuvieron lugar algunas sublevaciones mudéjares como fueron la Rebelión o Revuelta mudéjar de 1264, en el Reino de Sevilla, así como los mudéjares del reino de Murcia, ambos de muy reciente incorporación a la Corona de Castilla. A pesar del apoyo militar granadino y a la ayuda que pidió Ibn al-Ahmar a los correligionarios benimerines o meriníes del norte de África, la mayor parte de la población mudéjar del Valle del Guadalquivir fue expulsada tras la represión y se desplazó al Reino nazarí. Hubo una segunda gran revuelta mudéjar en la Corona de Aragón (principalmente, en el reino de Valencia) en 1276 (prolongada hasta 1304), en la que la caballería granadina intervino en apoyo de los mudéjares sublevados, pero ésta tampoco prosperó.

En 1273 fallece Ibn al Ahmar y le sucede su hijo Muhammad II (1273-1302) que consolida el estado, reprime los focos de rebeldía e intentos de levantamientos que causen división (en especial, los de los Banu Asqilula de Málaga) y consolida la alianza con los meriníes de Fez, a la vez que éstos atacaban los territorios castellanos de Andalucía.

 

Una época de prosperidad

El estatus de Granada como territorio tributario y su posición geográfica favorable, con las montañas de Sierra Nevada como barrera natural, ayudaron a prolongar el reinado nazarí permitiendo prosperar al pequeño emirato como punto de intercambio comercial entre la Europa medieval y el Magreb. El puerto de Málaga tuvo mucha relevancia en ésta época, ya que era un punto de intercambio comercial muy importante del Mediterráneo, principalmente conectado con el norte de África y los comerciantes genoveses. El comercio interior y el exterior de productos especializados como tejidos de seda, cueros, armas, pieles, cerámicas, frutos, ajorcas, pendientes, brazaletes, calzados con pedrería y plata, alcanzaron un gran desarrollo. La industria de la seda y sus tejidos fue muy importante. Las actividades agrícolas tenían grandes resultados debido al medio físico y a la gran rentabilidad y producción en todo el reino, que fueron bien desarrolladas debido a la técnica empleada en los cultivos y las técnicas de regadíos por medio de aljibes, y la ordenación de canales y acequias.

El emir Muhammad III (1302-1309) consolidó las relaciones con los Benimerines y se sometió a vasallaje al rey castellano Fernando IV y anexionó la plaza de Ceuta, pero en 1309 fue asesinado, dando comienzo a la tradición del sultanato, asesinatos políticos, sucesiones forzosas, abdicaciones, que padecieron los siguientes sultanes, en este caso: Nasr (1309-1314), Ismail I (1314-1325) y Muhammad IV (1325-1333).

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(Copia de fresco de la ciudad de Granada por Nicolás Granillo entre 1575 y 1579)

Granada fue una ciudad próspera durante la Crisis del siglo XIV que asoló a Europa, y también sirvió de refugio para los musulmanes que huyeron de la Reconquista. Debido a las paces y alianzas firmadas por Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1391), y a la debilidad de los reinos cristianos por sus conflictos internos, iba a ser en la Granada de esta época dónde se iba a producir uno de los más intensos florecimientos culturales del Islam. Su reflejo más evidente, quizás, sea el conjunto palaciego de la Alhambra, todo un universo encerrado en sí mismo de palacios, jardines, fuentes y estanques. Muy relevante, también en aquel momento, fue la poesía árabe que narraba las hazañas conseguidas en las batallas contra los cristianos y las maravillas del reino granadino.

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Granada es el Damasco de Al Andalus, pasto de los ojos, elevación de las almas. Tiene una alcazaba inexpugnable, de altos muros y edificios espléndidos – Al-Saquundi, Siglo XIII

Buena parte de la etapa de esplendor del emirato nazarí se debieron a la particular gestión de un hombre excepcional, Ibn al Jatib (Loja 1313-Fez 1375). Su intensa actividad política, diplomática, científica, literaria y hasta espiritual, lo convierten en la figura cumbre de esta etapa. Fue secretario particular de Yusuf I, visir y jefe de la Chancillería Real, del ejército y de la Casa de la Moneda, responsabilidades renovadas y con más altas cotas de poder durante el reinado de Muhammad V.

A pesar de su prosperidad económica, los conflictos políticos eran constantes, y esta debilidad fue aprovechada por los cristianos que fueron conquistando pequeños territorios al reino granadino. No obstante, algunas tentativas castellanas acabaron en rotundos fracasos como los desastres de Moclín (1280), la Vega de Granada (1319) o Guadix (1362). A su vez, los ejércitos nazaríes lanzaban numerosas razias sobre los territorios cristianos, con resultados dispares: derrotas como Linuesa (1361) o victorias como Algeciras (1369). Entre 1351 y 1369 los nazaríes se aprovecharon de la Guerra Civil que estaba teniendo lugar en Castilla entre los pretendientes Pedro I y Enrique II. Este conflicto, a la par que dejó agotada a la Corona de Castilla, concedió al reino nazarí unos años de paz en los que pudo mantener su estrategia exterior sin interferencia de los castellanos.

Con el sultán Muhammad VII (1392-1408) se reemprendió la ofensiva contra Castilla, pero este hecho, que debilitó su ejército, junto con la creciente estabilidad cristiana y su aumento de recursos y población, produjo una leve pero constante deriva en el Emirato Nazarí.

 

Decadencia y caída

El siglo XIV se cierra con un nuevo impulso castellano, que adopta la

ideología de cruzada para justificar su presión sobre los reyes nazaríes (Yusuf II, Muhammad VII y Yusuf III). Este sentimiento se extiende entre la población castellana gracias a provocaciones nazaríes (ataques) y con iniciativas individuales y escaramuzas por parte de frailes e iluminados. Va a ser un terreno perfecto para la reanudación oficial de las hostilidades por parte de Enrique III (1407−1410). El resultado será una nueva etapa de parias, de cuarenta años de gran lastre económico para el Emirato. La conquista de Granada se justifica con la conversión de un territorio infiel (empujado por la situación religiosa del momento), y que por supuesto esconde el propósito de dominar el reino. Para lograr la paz tienen que mantener un pago de parias, que conforman una etapa de declive imparable.

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(Detalle del fresco de la batalla de la Higueruela que enfrentó a nazaríes y cristianos en 1431)

El siglo XV se abre con la inestabilidad por la persecución, con la carencia de ayuda exterior y, a partir de la muerte de Yusuf III, se abre un periodo de lucha entre clanes familiares (venegas contra abencerrajes) por el control del poder, y en un primer momento se hace con el poder Muhammad VIII (el pequeño). A partir de este siglo, Granada también empezó a perder su posición estratégica, lo que la convirtió en un lugar menos importante debido a la apertura de nuevas rutas comerciales directas entre el Reino de Portugal y África.

Muhammad IX (el izquierdo) va a ser representativo por su reinado en un periodo que sigue en Guerra Civil. Sube al trono en 1419, y tuvo tres interrupciones por golpes de Estado, a lo largo de su reinado, realizados por Yusuf IV (Abenalmao), Yusuf V (el cojo) e Ismail III. Así acaba derrotada la fuerza granadina, se debilitan sus líneas fronterizas y se mina su economía. El peligro de conquista es tan inminente que Muhammad IX reconcilia a las familias originarias del conflicto a través del nombramiento como sucesor del representante de los venegas: Muhammad X (el chiquito). En 1455, sin haberse solucionado el conflicto, hay instaurados dos reyes, el ya mentado y Saad, que va a ser el que finalmente se quede con el trono (1455−1464).

Los últimos reyes nazaríes fueron los que siguieron a Saad: Muley Hacen (que dio nombre al punto más alto de Sierra Nevada), y su hijo Boabdil. Con quienes se ponen de manifiesto las contradicciones acumuladas a lo largo de la historia del reino, y que ya no permiten la continuación.

Con Abu l Hasan Ali (Muley Hacen) 1464−1482: hay un empobrecimiento profundo de las arcas del Estado, cuya solución va a ser una política de recuperación patrimonial por parte de la corona, lo que le crea enemigos y pérdida de popularidad, pues el ataque a los terrenos y rentas, y la política fiscal no sentaban bien al rentista. Se reanudaron las relaciones entre las familias importantes. Se reinicia, para desviar la atención, una política de agresión hacia Castilla, que resulta contraproducente por no tener en cuenta la reconciliación de Castilla y Aragón por el matrimonio de Isabel y Fernando, que con nuevas fuerzas toman terreno nazarí; además, carecen de apoyos en el exterior, y a lo que en última instancia se suma la presión económica por los bloqueos comerciales, y la destrucción de sus recursos. Así es como acaba derrocado Muley Hacen, cuyo hijo está apoyado por y depende de Castilla. El último enfrentamiento entre venegas y abencerrajes va a ser el cúlmen del reinado de Abu Hasan I, que busca refugio en Málaga mientras Boabdil (Muhammad XI) se erige en el trono. El reino se divide, también territorialmente, entre los seguidores de Boabdil y los seguidores de su padre. El tío, a la muerte de su hermano Muley Hacen, se autoproclama sultán (Muhammad XII) para agravar el conflicto.

 

La guerra de Granada

Con el fin de la Guerra Civil Castellana hacia 1480 y el definitivo asentamiento de Isabel I en el trono, por primera vez se daban en Castilla las condiciones necesarias para realizar la conquista total de Granada, que se veían favorecidas por la crisis política y económica en el Reino Nazarí. Las guerras civiles granadinas eran causadas por las luchas internas entre dos facciones del poder nazarí: los partidarios del emir Abú l-Hasan Alí y de su hermano El Zagal, y los partidarios del hijo del emir, Muhammad XI (Boabdil). Este último, capturado por los castellanos, firmó con Fernando una tregua que confirmaba su vasallaje, al que posteriormente se unirían otros pactos.

A partir de 1484 los Reyes Católicos llevaron a cabo una larga y tenaz serie de asedios en lo que se denominó la Guerra de Granada, utilizando la novedosa artillería que condujo a la toma progresiva de las plazas granadinas una tras otra. Los reyes castellanos recogieron de tiempos pasados la justificación ideológica que preconizaba la recuperación de tierras usurpadas por los musulmanes, enemigos de la fe católica; recogieron también los procedimientos militares de convocatoria, reunión y mantenimiento de las huestes, así como las ideas para lograr ayuda económica del Reino a través del Papa, del clero y de los empréstitos y Cortes o hermandad. De los tiempos modernos podemos enumerar el auge extraordinario de artillería, el esfuerzo para aumentar y reglamentar el número de peones y mil detalles más, tanto en la organización del ejército como en la técnica de combate. La guerra se convirtió en acontecimiento internacional importante, como única réplica a la agresividad turca, señaló la voluntad de los Reyes Católicos de convertir a sus reinos en el brazo armado de la cristiandad.

Sobre el solitario reino de la media luna se abalanzaron las tropas de las Coronas de Castilla y Aragón, en la culminación del viejo sueño de la Reconquista. Tras la pérdida de Málaga en 1488 y la pérdida del territorio oriental (la Cora de Bayyāna) en 1489 dejan al Estado granadino en una grave situación. En 1491 se dispuso el cerco de Granada y la construcción de Santa Fe, el campamento-base desde el que los Reyes Católicos dirigen las operaciones de asedio. El tiempo y la actitud pactista de Boabdil influyeron a favor de Castilla y la capitulación de Granada tuvo lugar el día 2 de enero de 1492. Así terminaban más de 250 años de existencia del Emirato Nazarí. Con la conquista de Granada, los Reyes Católicos pusieron fin a ocho siglos de dominio político musulmán en la Península, concluyendo el proceso secular que se conoce como Reconquista, definidor en gran medida de la evolución política, económica, social y cultural de los reinos ibéricos durante toda la Edad Media.

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(El rey Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos)

 

Desaparición del Emirato Nazarí

Es importante saber cómo se cumplieron las capitulaciones: Para el musulmán vencido se abrían dos caminos: emigrar o permanecer. Para irse hubieron muchas facilidades de transporte hacia África; para quien decidió quedarse, podía establecerse en cualquier otro lugar de Castilla, pero su situación de oprimido se hacía muy patente y no les dejaba muchas ganas de vivir en otro sitio que no fuera su país de origen. Entre vencedores y vencidos hubo, especialmente durante aquellos primeros años, un verdadero abismo cultural e ideológico.

La desaparición legal de Granada como sociedad islámica ocurrió entre 1499 y 1501. Los acontecimientos que acaecieron estos años son absolutamente originales en sus motivaciones, alcance y generalidad. Los mudéjares no recibieron garantías suficientes que aseguraran su vida dentro del Islam como hasta entonces, por lo que viéndose amenazados se dio una conversión en masa de los moros de los arrabales y la Vega granadina. Los alpujarreños, por otro lado, se alzaron en armas en 1500, a lo que sucedieron más alzamientos en Níjar y Velefique, en las serranías de Ronda y Villaluenga. Para julio de ese mismo año, los Reyes Católicos habían pacificado las sublevaciones granadinas, y prohibieron a todos los musulmanes su estancia en el país, para no estorbar el adoctrinamiento de los cristianos nuevos o moriscos; así pues, destruyeron todos los libros islámicos y forzaron las conversiones.

En la repoblación cristiana, la Corona tuvo el control sobre las casas y tierras, se podían comprar las tierras y se hizo un reparto reglamentado de éstas en todos los lugares donde la población musulmana hubo de salir a tenor de las cláusulas de las capitulaciones. Por último debe tenerse en cuenta la alteración que la conquista y sus consecuencias introdujeron en el sistema económico del país. Hubo un gigantesco trasvase de bienes acompañado de la sustitución parcial de la mentalidad y unas técnicas del que hacer productivo, por otras. En el ámbito agrario lo musulmán y lo castellano coexistieron durante años.

Bibliografía:

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